Odio tus extremos y extremidades,
tu vida diminuta y tus vivencias,
al ingrato paìs que te ha parido
con ideas banales y superfluas.
Odio a tu amor mitòmano y efìmero,
la cadencia fugaz que de ti emanas,
al innombrable verbo de tu lengua
y el escaso valor de tus palabras.
Odio tus lìmites y limitaciones,
tu superficial llanto a la deriva,
esa intención de arrebatarlo todo
dejando mi cadàver hecho esquirlas.
Detesto odiar tu criminal desprecio,
el absoluto vacìo en que te mueves,
lo que causas y acusas a tus pasos
dàndoles sin piedad a todos muerte.
Piensa que en esta vida no estàs vivo,
porque amàndote como te estoy amando,
lograràs que mi corazòn te entierre
y empieces a llorar tu propio llanto.
Sandra Ignaccolo