A
las doce de la noche, alguien enciende un cigarrilo, apaga mis ojos y
los echa a dormir sobre el rocío impiadoso del silencio, bajo mi desnuda
soledad, hay una boca que aguarda hambrienta de tu todo y devora ese
tiempo que es mío "absolutamente".
A las doce, alguien te ofrece su selecta y extravagante lujuria sin reparos, te lame los sueños, los contornos de tu vida, e inspira pasiones irrefrenables sobre tu húmeda piel, sutilmente te somete a su antojo y desfalleces, bajo su descontrolada morbosidad lamiendo de su sexo.